Por qué fracasaría una Transición Energética que no asuma la emergencia civilizatoria
En caso de no abordar la trasformación sistémica que reclamamos y pretender impulsar medidas como las contenidas en el borrador de trabajo de la LCCTE que hemos analizado —que están lejos de ser urgentes y drásticas y que se encajan sin problema dentro del sistema capitalista y el paradigma del crecimiento continuo— su resultado final será un fracaso, ya que no lograrán los objetivos finales planteados. Para esta afirmación nos basamos en los escenarios modelizados en el proyecto MEDEAS, liderado por el Dr. Jordi Solé Ollé y en el que han tenido una participación muy importante otras de las personas que firman este documento, especialmente las pertenecientes al GEEDS de la Universidad de Valladolid.
Según explica el profesor Carlos de Castro:
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MEDEAS presupone que se da prioridad a [la instalación de] renovables de alta TRE (se incrementa el ritmo de crecimiento de la hidroeléctrica en primer lugar, luego eólica onshore, luego offshore y luego fotovoltaica, entre las importantes respecto a lo histórico-esperado), presuponiendo una inteligencia en dicha selección de fuentes superior a la actual… Pero si se fuerza el crecimiento [económico] y se pretende un 100% renovable hacia 2050-2070 (sin cambiar las reglas económicas) la TRE se viene abajo muy rápidamente, se gastan demasiados minerales, al final siguen existiendo problemas por los cénits de las energías fósiles y, a causa de ello, también el sistema se viene abajo tras haber realizado un dispendio de recursos mayor (aunque el cambio climático se logre que no influya tanto en dicho colapso). Si no se introducen tantas renovables, el modelo predice que la TRE global del sistema no baja tanto, pero al depender más de las fósiles, entre sus cénits y el cambio climático agravado, el sistema también colapsa. Así pues, no existe ningún ritmo adecuado de introducción de renovables en un esquema de crecimiento o estancamiento económico. Sencillamente, el problema no tiene solución bajo el sistema socio-económico actual. En un esquema de decrecimiento controlado la cosa podría ser diferente, si se empezara en 2015-2020 y siendo optimistas, aunque en este caso la dificultad provendría de poner de acuerdo simultáneamente a todos los países del mundo para optar por el decrecimiento promedio global. No se puede cambiar de la noche a la mañana un sistema socio-económico planetario, y por lo tanto es inevitable un colapso, entendido como un fuerte decrecimiento. En mi opinión habría que realizar modelizaciones de este colapso y desde ellas hablar de decrecimientos más o menos controlados.
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Por esta posibilidad de fracaso y otros motivos, hemos incorporado de manera central en nuestras sugerencias el concepto de resiliencia (de hecho la ley bien podría denominarse de “Ley Cambio Climático, Transición Energética y Resiliencia”), dado que tras haber desperdiciado las décadas durante las cuales estuvo abierta la ventana de posibilidad de la sostenibilidad, ahora tan sólo nos queda prepararnos para el colapso del que lleva la comunidad científica advirtiéndonos casi medio siglo. En palabras de Graham Turner “prepararse para un sistema global en colapso podría ser más importante que tratar de evitarlo” (“Global Collapse Imminent?”, 2014).
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Dado el nivel crítico y de dinámica acelerada de sobrepasamiento de los límites de la biosfera, esta transformación debe hacerse de forma urgente y drástica, lo que requeriría que las sociedades humanas vuelquen todos sus recursos disponibles en esta tarea en un contexto de “emergencia planetaria excepcional” similar a cómo las sociedades se adaptan a un estado de guerra o emergencia catastrófica. Esta tarea (…) requerirá de en un cóctel de cambios tecnológicos, sociales y culturales profundos que aborden las causas raíz de la insostenibilidad del sistema (…) (De Castro & Capellán-Pérez, “Los límites ecológicos del mundo”, 2018)
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